La ciencia no desvela el misterio del amor

Cambio16
11 min readFeb 15, 2024
Magritte. Los amantes, 1928

El amor está en el aire. Es un día de frenética actividad en la hostelería y el comercio. Las escenas de arrebolados hombres y mujeres salidas de las películas románticas se agolpan en nuestras mentes y corazones. Es día de romance. Es el día del amor. Una palabra de cuatro letras que ha inspirado a artistas de todas las épocas. En el momento actual esta bajo la lupa de la nueva ciencia del amor.

A lo largo de la historia, se han dado miles de definiciones sobre el amor, pero no existe una única definición o verdad absoluta. El amor es necesario para la vida, ya que satisface necesidades humanas esenciales y promueve el bienestar. Es un sentimiento intenso del ser humano que busca el encuentro y unión con otro ser.

También se refiere al afecto, inclinación y entrega a alguien (o algo), y a la tendencia a la unión sexual. El amor puede manifestarse de diversas formas, como el amor propio, el amor filial, el amor romántico, entre otros. Es un vínculo de afecto que nace de la valoración del otro e inspira el deseo de su bien. El concepto del amor es amplio y complejo, y se expresa a través de acciones, gestos y palabras.

Es una emoción de una gran complejidad que ha sido esencial para la reproducción de la especie humana. Hay quienes lo atribuyen al entorno cultural y los esotéricos que hablan de hilos trascendentes en el espacio y el tiempo. Los científicos han demostrado que el amor deja huellas visibles y generalizadas de su impacto en nosotros Para unos es producto de la química del cerebro. Para otros de patrones ancestrales insertos en nuestra spique.

Soborno biológico

Para la antropóloga evolucionista Anna Machin que estudio la genética y neuroquímica del amor es un soborno biológico. No suena muy romántico el concepto. En una entrevista a Nautilus explica que el amor evolucionó como un mecanismo para motivarnos y recompensarnos por participar en relaciones que son fundamentales para nuestra supervivencia.

“Se aplica a nuestras parejas reproductivas, a nuestros hijos, y se extiende a nuestros amigos”. Los humanos somos altamente cooperativos por necesidad. Una especie será solitaria a menos que tenga que cooperar absolutamente con otra. Sin embargo, puede ser increíblemente estresante, ya que requiere pasar mucho tiempo vigilando el comportamiento de los demás para detectar posibles engaños o robos.

La evolución encontró una solución a este desafío a través de lo que podríamos llamar un “soborno químico”. En el corazón del amor hay cuatro neuroquímicos, cada uno con una función diferente, pero juntos nos motivan y nos dan confianza para entablar relaciones sociales. Nos volvemos adictos a estas sustancias químicas. Cuando interactuamos con personas que son importantes para nuestra supervivencia, experimentamos un aumento de alegría, euforia y recompensa.

“Es un soborno biológico, similar a darle a un niño un caramelo por buen comportamiento, lo cual puede no ser la mejor práctica de crianza, pero es efectivo”.

Anna Machin

Claves del amor: manipulador y ciego

Al margen de arrobamiento estimulado por los poetas el amor responde a motivos evolutivos más allá de nuestra voluntad. Machín explica que su único objetivo es garantizar la supervivencia a través de la reproducción, por lo que ejerce un «control benigno» sobre nosotros a través de neuroquímicos como la oxitocina.

Si bien este control suele traernos felicidad y salud, también nos vuelve vulnerables a la manipulación. Nuestra necesidad visceral de amor puede ser explotada para obligarnos a hacer cosas indeseadas. “Este es el lado oscuro que nos separa de los animales. Los animales no usan el amor para manipular a otros. Nosotros sí”.

Otro aspecto que inquieta a Machin es que niveles basales de oxitocina podrían delatar el futuro de una relación antes de empezar. Sin embargo, admite que muchos factores impactan la duración de un vínculo amoroso, desde la genética hasta el apoyo social. Quizás su explicación más interesante se refiere a por qué el amor es ciego. Machin sostiene que al inicio de una relación se desactivan áreas cerebrales como la mentalización. Que nos impide ver defectos en la pareja. Aunque otros sí los perciben, como nuestros familiares o amigos. Esta “ceguera” habría evolucionado para eliminar inhibiciones y fomentar la confianza necesaria en la formación de vínculos. Imprescindibles para la supervivencia de nuestra especie.

Secretos de la atracción

Pero para nos sintamos como la canción de Shakira, “ciegos, sordos y mudos”, ante el objeto de nuestro amor debemos atravesar un proceso. Los primeros destellos del interés romántico se encienden a nivel inconsciente, explica Machin. En cuestión de milisegundos, una compleja danza sensorial se activa entre dos extraños. Nuestros sentidos escanearán sutiles pistas sobre la salud, fuerza y potencial genético del otro. Mientras, un sofisticado «algoritmo cerebral» realizará rápidos cálculos sobre la probabilidad de éxito reproductivo que representa esa persona.

De este análisis emerge nuestro valor en el crucial «mercado biológico» del apareamiento. Un alto puntaje de la máquina generará euforia química: oxitocina y dopamina se disparan ante la promesa de un buen partido. Apenas entonces nuestra consciencia entra en juego. Pero Machin da a entender que incluso expresiones como «está fuera de mi liga» traducen conclusiones enraizadas en millones de años de programación evolutiva.

En definitiva, detrás del magnetismo inicial siempre acecha un sutil pero poderoso dictado de la supervivencia. Hay que asegurar la continuidad de nuestros genes eligiendo el mejor compañero posible. Un destino determinado en nanosegundos por las oscuras pero eficientes claves de la atracción.

Aventura de una noche o amor a primera vista

Esa atracción puede explicar las aventuras de una noche. El estudio anual Singles in America arroja valiosos hallazgos sobre las tendencias del romance. Sus encuestas a más de 25.000 personas a lo largo de dos décadas revelan que somos una tribu profundamente afecta al amor. Datos de 2014 mostraron que, si bien el 66% de hombres y 50% de mujeres experimentaron aventuras de una noche, en un 27% de casos estas derivaron en relaciones comprometidas. Aunque arriesgadas, esas noches de locura pueden encender una importante química emocional.

Pero puede tener otra explicación. Por sorpresivo que parezca los estadounidenses siguen siendo unos románticos empedernidos. La antropóloga Helen Fisher exploró las nuevas tendencias en el amor a través de su amplio estudio «Singles in America». Más del 50% de los encuestados cree en el amor a primera vista. El 56% apoya el matrimonio y un 89% cree en la fidelidad perpetua. (Si, así como lo lee). No obstante, entre 43–50% de los matrimonios termina en divorcio (el 67% teme sus costos).

Los análisis de Fisher revelan que tras una era de mayor liberalidad sexual, existe un enfoque más gradual en el enamoramiento y en las personas sean más cautas. Los solteros modernos optan por etapas previas como amigos con beneficios (58%) o convivencia (58%), precauciones que en el 28% y 64% respectivamente maduraron en parejas sólidas. Lo que refleja el surgir de una era del amor lento. En la que se conocen antes de comprometerse.

Según la antropóloga Helen Fisher las actividades íntimas disparan químicos de apego como dopamina y oxitocina. Bases biológicas que explican cómo encuentros casuales a veces desembocan en relaciones plenas. Por ende, el cortejo lento parecería asegurar un vínculo fructífero, acorde con nuestra naturaleza romántica.

Hacia el amor lento

Se debe a que el cerebro humano evolucionó para desarrollar los sentimientos de apego de forma lenta, a través del tiempo. Fisher lo corrobora con investigaciones de actividad cerebral en parejas que muestran afectos profundos luego de décadas juntas. Los datos de «Singles in America» dan cuenta de que varios de estos vínculos flexibles terminan en uniones estables.

El 58% reconoció haber tenido «amigos con derechos», con un 28% que progresó a relación seria. Respalda su teoría de que conexiones más espontáneas activan neuroquímicos del enlace durante el cortejo progresivo. Otros estudios arrojan valiosos datos sobre las dinámicas actuales del romance. En 2012, el 58% reportó haber convivido con 1–5 parejas, una tendencia surgida en los 70 que es común en nuestros días.

Si lo sumamos a que el 64% ve la convivencia como paso previo al matrimonio, respalda su papel como una etapa de consolidación. Otras estrategias cautelosas son las uniones civiles, que permiten iniciar-finalizar lazos con facilidad. Relaciones casuales, amigos con derechos e incluso acuerdos prenupciales, responden a nuestro cerebro, programado para un apego paulatino.

Circuitos románticos

Los circuitos del amor romántico se ubican en zonas primitivas cerebrales, como las de hambre-sed. Este impulso evolutivo dirige nuestra reproducción. El liberalismo alineó nuestras técnicas de cortejo con dicha programación, permeando la era del amor lento. Estudios revelan que parejas felizmente casadas por más de 20 años mantienen actividad en áreas del enamoramiento original y apego constante. Incluso se mapean circuitos empáticos, claves para su longevo entendimiento.

Un estudio liderado por la psicóloga Mona Xu encontró que parejas de larga data mantienen actividad en áreas cerebrales ligadas a «ilusiones positivas». La habilidad de enfatizar lo admirado del cónyuge dejando de lado lo que les disgusta. Al igual que recién enamorados, enfocan lo que aman.

El amor lento, donde el apego emerge paulatinamente, es un proceso natural. Apresurarse a comprometerse antes que los sentimientos arraiguen podría ser más riesgoso que conocer a la pareja a través de etapas flexibles como encuentros esporádicos, amigos con derechos o convivencia. El amor lento parece funcionar: un 81% de casados estadounidenses en 2012 volverían a casarse con su cónyuge. Entre 73–76% afirmaban que seguían profundamente enamorados de sus parejas.

Una encuesta realizada en 2013 a más de 12.000 adultos de 15 países encontró que el 78% de casados eran felices. Los solteros de nuestros días eligen a su pareja y se toman su tiempo para casarse. A diferencia de las sociedades agrícolas donde el matrimonio era el comienzo de la relación, hoy es el final.

Sin saber a quién

La gran interrogantre es si sabemos lo que buscamos como destino de nuestros afectos. Un innovador estudio pone en duda nuestros criterios para elegir en el amor. Conducido por Jehan Sparks de la Universidad de Colonia, examinó si nuestros «ideales románticos» -esos atributos que anhelamos- efectivamente articulan con quién nos sentimos atraídos.

Para ello, los participantes evaluaron posibles coincidencias. Considerando no sólo sus propias preferencias, sino también las de extraños. Sin embargo, sus expectativas personales no resultaron más acertadas a la hora de predecir su interés amoroso. Tanto sus propios parámetros como los ajenos tuvieron idéntica precisión para anticipar hacia quién se sentían inclinados. Sugiere que la química del deseo podría obedecer fuerzas más enigmáticas de lo supuesto.

Quizás nuestros «ideales» tengan poco que ver con quien realmente enciende nuestra llama. La atracción parecería regirse por matices sutiles e imprevisibles, donde tampoco hay certezas sobre con quién congeniaremos. El estudio propone que no dominemos tanto nuestros gustos amatorios como imaginamos. El corazón habría de seguir misteriosas pautas que ni la razón alcanza a explicar.

Dejarse llevar

Otra duda que acicatea a los investigadores es si realmente entendemos qué nos mueve en el amor. La pionera antropóloga Helen Fisher descubrió tres sistemas neurológicos implicados: lujuria, enamoramiento y apego. Cada cual con sus rítmicas cerebrales y químicas únicas, evolucionaron para asegurar el cortejo desde ángulos diversos. Sin embargo, estudios recientes replantean nuestra ingenua noción de lo amoroso.

El investigador Jehan Sparks observó que, a la postre, lo que salva parejas radica menos en lindos ideales que en virtudes mundanas. Como diálogo, apoyo mutuo o religión compartida. Lo que contradice la creencia generalizada de que nuestros sueños románticos nos concederán la dicha eterna. Como razona Sparks, las expectativas quiméricas se desinflan ante compromisos conyugales. Más que entendernos, a menudo nos acomodamos. Por lo que es preferible deshacerse de las listas de deseos.

“Déjate llevar por lo que sientes a medida que lo experimentas. Eso va a ser un indicador más fiable que esas cosas que dices que quieres sobre el papel».

Jehan Sparks, investigador postdoctoral de la Universidad de Colonia

Cura para “el corazón partío”

Ese impulso neuroquímico y no saber que buscamos, puede llevarnos a experiencias dolorosas. La traición amorosa puede alterar drásticamente nuestra vida. ¿Podemos silenciar el llanto por amores rotos? Científicos exploran esta posibilidad modificando nuestros recuerdos a nivel neuronal.

Un estudio en el Instituto Douglas de Montreal evaluó cómo aliviar este dolor mediante una innovadora terapia basada en la «reconsolidación de la memoria». Se centra en que al rememorar algo, sus conexiones neuronales se re-estabilizan. Volviéndose maleables e intrincadas. Una verdadera poción para el desamor. Teóricamente permite atenuar recuerdos dañinos recordándolos junto a un betabloqueante (propranolol), que interfiere en su re-codificación.

Originalmente usado para TEPT y fobias, se aplica ahora a traiciones amorosas. Los participantes en el estudio presentaban dolor profundo con depresión y pérdidas económicas tras abandono o rupturas traumáticas. Tras la terapia, recuerdan los hechos pero sin el dolor paralizante. Investigaciones con animales muestran que la reconsolidación es efectiva y clave en la memoria. Con nueva información, los recuerdos se actualizan.

Cicatrices sin dolor

El propranolol altera neurotransmisores como la adrenalina en el cerebro, afectando moléculas necesarias para reconsolidar los recuerdos. Estudios demuestran su eficacia para desvincular respuestas de miedo. El estudio clínico evaluó el impacto de la terapia de reconsolidación en traiciones amorosas.

Los participantes pasaron 4 semanas sin tratamiento como grupo control, luego narraron sus experiencias y tomaron propranolol durante sesiones de recuperación de la memoria. Mostraron una mejoría sostenida en síntomas como ansiedad y depresión cedieron notablemente respecto al grupo placebo. El propranolol , usado contra ansiedad y migrañas, al interferir en la reconsolidación altera las moléculas que la facilitan, atenuando el dolor asociado.

Aunque el estudio demostró que mejoró la calidad de vida, aún plantea dudas. A veces no se replican resultados y la memoria involucra factores cognitivos complejos. Con reservas, muestra que reconfigurando nuestros trazos del pasado a nivel biológico, es posible mitigar su carga emocional. Donde hubo heridas, apenas persisten unas cicatrices. Cuando las cicatrices quedan el corazón está listo para abrirse de nuevo al amor.

Rodeados de amor

Hay quienes no temen reconocer públicamente que aman más a sus mascotas que a las personas que conocen. Pero ¿ese amor será recíproco? Los científicos se muestran reacios a la idea de que los animales puedan sentir una emoción tan compleja como el amor. Aunque haya especies monógamas como las palomas (y el 90% de las aves). Hay ornitólogos que dicen que han visto palomas que muestran más duelo ante la pérdida de su pareja que muchos seres humanos.

El amor es un misterio. Los poetas, escritores y filósofos lo saben desde el principio de los tiempos. Esa sensación de mariposas en el estómago, latir acelerado del corazón, pupilas dilatadas y rubor en las mejillas son síntomas de algo cuya explicación puede encontrarse en la química del cerebro (para las mentes racionales) o en esos hilos que unen las almas (para los más espirituales). Las mentes curiosas quieren entender que hace que salten las chispas entre dos personas. Aunque no sea el espectáculo bioluminiscentes de los ostrácodos del Caribe cuando andan buscando apareamiento.

Lo cierto es que querámoslo o no, en nuestros días estamos rodeados de amor. Sea usted racional o poeta, si no lo ha sentido, lo quiere sentir. Es una emoción tan poderosa y compleja que a veces logra que los genios se sientan tontos y los tontos se sientan genios. Por eso hay tanta ciencia nueva intentando descifrar esa cosa que llaman amor.

“El amor es un fenómeno asombroso. Cuanto más lo estudio, más me asombra su complejidad en la especie humana”.

Anna Machin

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